LOS OTROS (III): CUENTOS DE AYER, DE HOY Y DE SIEMPRE
domingo, 27 de septiembre de 2009
Donde no hay harina, todo es mohína. Si durante la época de crecimiento económico desbocado, los migrantes han estado cargando sobre sus espaldas la parte más desagradecida de la producción , toca en tiempos de crisis señararlos con el dedo como chivos expiatorios.
Pero antes de eso durante las "vacas gordas", ¿Cuál ha sido el discurso dominante sobre los migrantes ? Pues, básicamente el "que vengan, pero con papeles". Propósito muy loable y compartible en abstracto, pero que contrastaba vivamente con el modo real de movilización de la fuerza de trabajo extranjera que nuestra sociedad ha generado. Paradójicamente, y aunque nos cueste reconocerlo, el "que vengan, pero sin papeles" se llegó a convertir en una pieza más de ese sistema de explotación del trabajo de los extranjeros en condiciones de irregularidad. Un "Reino de los Cielos" imaginario que, en muchos aspectos permitía y reproducía lo contrario de lo que predicaba. Cualquiera pensaría al leer esto que soy un loko radikal y que se me ha ido la olla. No puedo desarrollar mucho esta idea aquí, pero voy a poner un ejemplo en el campo jurídico. La imposibilidad de convertir los visados de turista en visados de trabajo, aún contando con una oferta de trabajo válida está aparentemente al servicio de una regulación ordenada de las migraciones laborales, evitando la perversión de la figura del visado de turista. En la práctica, esta imposibilidad es esencial para garantizar que los inmigrantes trabajan irregularmente durante al menos 3 años en condiciones de enorme explotación. Esto, desde luego, beneficia a los empresarios que operan en la economía sumergida, pero también al sector formal de la economía en virtud de la división del trabajo entre empresas y a los propios trabajadores españoles a través, por ejemplo, del la disponibilidad de servicio doméstico barato en condiciones de pseudo-servidumbre.
Este discurso general se completa o completaba con una visión de la "integración" excesivamente enfocada en la perspectiva de la "diferencia cultural," real o imaginada en lugar de en la realidad de las relaciones sociales. Digo "imaginada", porque a veces se dedican importantes esfuerzos dialécticos a imaginar y resolver problemas que realmente no se plantean en la práctica, con objeto de subrayar la diferencia "cultural" entre "civilizaciones".
Por supuesto que las diferencias culturales existen y por supuesto que pueden provocar problemas de convivencia, pero el caso es que este tema se convierte en el centro absoluto de la "integración", disociándose de las relaciones sociales en las que las diferencias culturales se reproducen, tanto en los debates académicos como en las conversaciones "de la calle". Este sesgo "culturalista" cumple la misma función que lo que hemos llamado las "categorías del desprecio": a través de la emotividad, proporciona relevancia y significación a la categoría mental que distingue entre "Nosotros " y "los Otros", reforzando las fronteras simbólicas y cognitivas que separan a unos de otros, distinción que se recuerda y se activa cuando llega el momento. De esta manera, se percibe al otro como diferente y se normalizan o incluso se justifican las relaciones sociales de dominación o exclusión. Ya he citado por aquí otras veces las palabras de Karl Ernst Von Baer -escritas en pleno siglo XIX, cuando todo el mundo era abiertamente racista y el colonialismo estaba en su apogeo- "Baste imaginar la experiencia de todos los países y épocas de que cuando un pueblo tiene poderío sobre otro y se porta injustamente con él, no dejará de imaginárselo como malo e incapaz y repetirá con mucha frecuencia y en voz alta esta afirmación".
Todas estas ideas siguen reproduciéndose en el debate público, pero en estos momentos del ciclo parece que cobra una mayor urgencia la problemática de la "crisis económica". Así, se abre camino un discurso diferente, que ya existía anteriormente, pero que contrastaba con la "necesidad" de movilizar fuerza de trabajo extranjera y que, por tanto, era minoritario (propio de grupos xenófobos, del lumpenproletariado y de algunos trabajadores de baja posición que realmente podían entrar en competencia con los recién llegados). Actualmente, me parece, esta forma de pensar se está extendiendo a otros sectores de clase media y baja, incluyendo a personas que se identifican ideológicamente con la "izquierda". Este "nuevo" discurso viene a ser más o menos así: "Durante estos años, los empresarios han estado forrándose trayendo mano de obra barata del extranjero; en connivencia con ellos, los poderes públicos y la legislación han sido extraordinariamente permisivos con la migración; como consecuencia de la entrada de mano de obra barata, los trabajadores españoles hemos empeorado nuestro poder adquisitivo y nuestras condiciones de trabajo o hemos perdido nuestros empleos; ahora que llega la crisis, encima nos tenemos que comer a los migrantes con papas y tenemos la sanidad, la educación y los servicios sociales colapsados por su causa."
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Fuente:http://tiempos-interesantes.blogspot.com/