Argelia se instala en Alicante

Una pareja argelina sale de un establecimiento del centro de Alicante / PEPE OLIVARES

El francés comienza a escucharse mucho en el centro de Alicante, pero con acento argelino. Un nuevo perfil de ciudadano llega desde el país magrebí, distinto del clásico inmigrante económico. Pasean por una ciudad que les recuerda a Orán, con la misma orografía, la misma luz blanca y clima. A veces, vienen solo un par de días para una revisión oftalmológica o a comprar marcas de ropa y perfumes. Otras, directamente se establecen plenamente en una ciudad unida a su país por línea marítima y aérea.
Los argelinos lideran las ventas de casas a extranjeros en la ciudad de Alicante. Solo en la primera mitad de 2014 se compraron más de 740 viviendas, según datos del Colegio de Notarios. Superan en mucho a las otras nacionalidades de compradores, que han convertido a la provincia en la punta de lanza de ventas a extranjeros del mercado inmobiliario nacional por su enorme excedente.
“No sé qué ha pasado este verano, todos los argelinos parecían estar aquí veraneando”, dice la presidenta de la asociación Al-Djazairia, Rabea Djellal. Esta profesora de folclore cada semana hace un programa de radio en internet hablando sobre Argelia en castellano. “Nos parecemos mucho de carácter”, dice riendo, “también hablamos rápido y chillando”.
El punto de la costa argelina más cercano dista 250 kilómetros de Alicante. En 12 horas se llega en transbordador desde Orán. En avión, un argelino tarda solo diez minutos más en llegar a Alicante que un alicantino en llegar a Ibiza. La proximidad es tan patente que en lugares como el barrio de La Albufereta, según el día, antes de la televisión digital terrestre, se captaba mejor la televisión argelina que TVE.
“Están viniendo mucho”, confirma Carlos Gómez Gil, del Observatorio de la Inmigración de la Universidad de Alicante (UA). “Y ha cambiado el perfil: vienen ricos”, señala. Ya en un informe de 2013, este sociólogo avanzó que los argelinos se habían convertido en la segunda nacionalidad en la ciudad, superando los 5.200 empadronados y solo por detrás de los rumanos. Son los únicos que siguen creciendo en el padrón durante la crisis mientras las nacionalidades tradicionales —marroquíes y sudamericanos— siguen cayendo.
 

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