El valor olvidado


Un artículo de Roberto Saviano

Quienes cuentan que la llegada de inmigrantes en pateras trae avalanchas de criminales, quienes cuentan que aumenta la violencia y la degradación, quizá estén olvidando dos episodios muy recientes y extremadamente significativos que han entrado en la historia de nuestra república. En Italia las dos revoluciones espontáneas más importantes contra la mafia no han partido de italianos sino de africanos. En diez años sólo se han producido dos veces, impulsadas por la indignación y el fin de la tolerancia, manifestaciones públicas no organizadas por asociaciones o sindicatos, sin autobuses y partidos.

Manifestaciones espontáneas. Y las han hecho los africanos. Quienes han gritado basta ya a los jefes de zona, a los clanes, a las familias, han sido los africanos. En Castelvolturno el 19 de septiembre de 2008, después de la matanza realizada por la camorra en la que fueron asesinados seis inmigrantes africanos: Kwame Yulius Francis, Samuel Kwaku y Alaj Ababa, de Togo, Christopher Adams y Alex Geemes, de Liberia, y Eric Yeboah, de Ghana. Joseph Ayimbora, ghanés, fue ingresado en el hospital en estado grave. Las víctimas eran todas muy jóvenes, el mayor de ellos tenía poco más de 30 años: se desbordó la rabia y estalló una revuelta ante el lugar de la masacre. La revuelta atrajo a las cámaras de televisión de todas partes del mundo y las imágenes transmitidas fueron las de un pueblo paralizado para pedir atención y justicia. En los seis meses anteriores la camorra había asesinado a un número impresionante de inocentes italianos. El 16 de mayo a Domenico Noviello, un hombre que diez años antes había denunciado una extorsión, y que nada más perder su escolta fue masacrado. Pero nada. Ninguna protesta. Ninguna queja. Ningún italiano se echó a la calle. Los pocos indignados, todos limitados al ámbito local, se sentían cada vez más solos y sin fuerza.

Pero esta soledad se rompió por fin la mañana del 19, cuando cientos y cientos de hombres y mujeres africanos tomaron las calles y gritaron a los italianos a la cara su indignación. Hubo incidentes. Pero lo más extraordinario fue que al día siguiente los mismos africanos se hicieron cargo de reparar los daños provocados. El objetivo era llamar la atención y decir: "No volváis a atreveros". Contra pocas personas es posible cualquier tipo de violencia, pero contra una población entera alineada, no. Y luego en Rosarno. En la provincia de Reggio Calabria, uno de tantos pueblos del sur de Italia con una economía principalmente agrícola que parecen marcados por un subdesarrollo crónico y cuyas bandas, en este caso las 'ndrine, facturan cifras equiparables al PIB del país.

La familia Pesce-Bellocco de Rosarno, según demuestra la encuesta del GOA

[Gruppo Operativo Antidroga] de la Guardia di Finanza de marzo de 2004, había decidido blanquear el dinero de la coca en la construcción en Bélgica, en Bruselas, donde debido a la presencia de las actividades del Parlamento europeo, las casas estaban aumentando de precio vertiginosamente. El clan conseguía inyectar unos 30 millones de euros a la semana en la compra de viviendas en Bélgica.

La hegemonía sobre el territorio era total, pero el 12 de diciembre de 2008 dos trabajadores de Costa de Marfil fueron heridos, uno de ellos muy grave. Esa misma tarde cientos de extranjeros -también ellos, igual que los jóvenes heridos, empleados y explotados en los campos- se reúnen para protestar. Los políticos intervienen, hacen promesas, pero desde entonces poco ha cambiado. Sin embargo, inesperadamente, el 14 de diciembre, es decir, a sólo dos días de la agresión, el culpable fue detenido y el móvil resultó ser violencia con fines de extorsión en perjuicio de la comunidad africana. La población se echó a la calle en Rosarno contra la presencia de la 'Ndrangheta que dominaba como por derecho natural, algo que no había ocurrido nunca en años anteriores.

Y sin embargo, precisamente en ese pueblo, una parte de la sociedad, históricamente siempre había tenido el valor de resistir. Ejemplo de ello fue Peppe Valarioti, que dijo en la plaza: "No nos doblegaremos", refiriéndose a una posible victoria en las elecciones municipales. Y cuando esto ocurrió, fue asesinado. Desde entonces el silencio ha caído en las calles calabresas. Nadie se rebela. Sólo los africanos lo han hecho.

Y al hacerlo defienden a la ciudadanía por todos los calabreses, por todos los italianos. Defienden el derecho a trabajar y a vivir dignamente y defienden el derecho de la tierra. La agricultura era un recurso fundamental que los mecanismos mafiosos han disgregado lentamente, convirtiéndola en ámbito de especulaciones criminales. Todos los africanos que se rebelaron habían llegado a Italia en pateras. Y se rebelaron todos, clandestinos y legales. Porque a todos ellos las organizaciones les chupan la sangre, los recursos, el dinero.

Sobre la revuelta de Rosarno ha salido estos días un librito que es muy necesario leer, con un título en el que creo mucho: Los africanos salvarán Rosarno. Y probablemente también Italia, de Antonello Mangano, editado por Terrelibere. La población africana ha inyectado en el tejido diario del sur de Italia unos anticuerpos esenciales para hacer frente a la mafia, anticuerpos de los que los italianos parecen carecer. Anticuerpos que nacen de un elemental deseo de vivir.

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Italia penaliza la inmigración irregular

El escritor Roberto Saviano, que vive bajo fuertes medidas de protección a causa de las amenazas de la Camorra, analiza los peligros atribuidos a la inmigración extranjera en un país fuertemente afectado por sus propias organizaciones mafiosas, en este artículo publicado también en La Repubblica.Esta semana el Parlamento italiano ha endurecido las medidas legales contra la inmigración irregular. A iniciativa del Gobierno de Silvio Berlusconi, toda entrada o estancia ilegal en el territorio nacional se convierte en un delito y se fijan penas de prisión para los que alberguen a inmigrantes en situación irregular. También se amplían los plazos de retención de los extranjeros a la espera de expulsión; y se prohíbe a los inmigrantes sin permiso de residencia la realización de cualquier gestión administrativa. Frente a la "retórica pública con acentos de xenofobia" que ve en estas medidas el propio jefe del Estado, Giorgio Napolitano, Berlusconi las defiende.

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